Bares bajo sospecha: violencia, poder y omisiones en la noche de Pachuca

Nota acerca de el problema del alcoholismo en bares de Pachuca

NOTICIAS PACHUCA

J. Franco

7/13/20253 min read

La madrugada del 13 de julio Pachuca volvió a ser escenario de una riña violenta, esta vez a las puertas del bar Cotorritos, ubicado en la concurrida zona Plateada. No es un hecho aislado: apenas semanas antes, el bar Las Mentiras: Zona Despecho, fue clausurado tras una pelea en la que jóvenes denunciaron agresiones físicas por parte del personal de seguridad. Ambas escenas, repetidas en bares distintos pero bajo una misma lógica de impunidad, dejan ver que la vida nocturna de Pachuca se ha convertido en un campo minado, donde confluyen intereses políticos, negocios protegidos y omisiones institucionales.

📍Riñas, clausuras… y vínculos incómodos

En el caso de Cotorritos, videos difundidos muestran golpes, disparos y detenciones. Aunque el director general de CAASIM, Juan Evel Chávez Trovamala, ha negado públicamente tener vínculos con el bar, las versiones que lo señalan como socio son persistentes. “Es época electoral”, declaró para justificar lo que considera ataques infundados. No obstante, el lugar fue clausurado por autoridades municipales, aunque la información sobre los responsables legales sigue sin transparentarse.

En Mentiras: Zona Despecho, los hechos son similares: golpes a jóvenes, denuncias públicas, cierre temporal, y un comunicado del bar que se deslinda y promete presentar evidencia notariada. En ambos casos, hay una constante: las sanciones son cosméticas, las investigaciones superficiales, y la estructura de poder que permite la operación de estos bares sigue intacta.

🕳️ Un sistema que normaliza la violencia

El problema va más allá de dos establecimientos. En los últimos años, Pachuca ha visto un crecimiento exponencial de bares y antros, muchos de ellos operando en zonas residenciales, con horarios extendidos y sin controles reales sobre el consumo de alcohol. A esto se suma un operativo alcoholímetro que parece más enfocado en recaudar multas que en prevenir accidentes o en generar una cultura de responsabilidad.

Los números lo confirman: según datos locales, los accidentes automovilísticos relacionados con el alcohol aumentan durante fines de semana, y los operativos carecen de seguimiento, rehabilitación o trabajo comunitario. El problema del alcoholismo, especialmente en jóvenes, no es abordado como un asunto de salud pública, sino como un “exceso nocturno” del que se encarga Tránsito Municipal —cuando no están ocupados negociando sanciones.

🎭 Alcohol, sí. Cultura, no.

Mientras la oferta de bares y antros se multiplica, la difusión cultural en Pachuca es casi inexistente. El Instituto Estatal de Cultura no ha logrado ofrecer alternativas reales para la juventud. Espacios como el Cuartel del Arte, el Teatro Gota de Plata o el Centro Cultural El Reloj están infrautilizados o convertidos en recintos elitistas sin conexión con el entorno.

No hay festivales abiertos, ni arte en calle, ni programas de diálogo cultural con la comunidad. En su lugar, la ciudad parece preferir una economía basada en el entretenimiento etílico y la tolerancia tácita a la violencia.

📑 Transparencia y responsabilidad

El Comité de Transparencia de Pachuca podría abrir la puerta para conocer quiénes son los verdaderos dueños de estos bares. De hecho, el acta del 27 de enero de 2025 establece procedimientos claros para solicitar registros de licencias de funcionamiento y titulares de permisos. Sin embargo, hasta ahora nadie ha exigido esa información públicamente, lo cual resulta preocupante: ¿quién protege estos negocios? ¿quién se beneficia del caos nocturno?

🧭 Conclusión

La situación de la vida nocturna en Pachuca no es solo un problema de orden público: es el reflejo de un modelo de ciudad donde el ocio es sinónimo de violencia, el poder se esconde detrás de licencias de alcohol, y la juventud es empujada a esquinas sin alternativa. La violencia no se queda en los bares: se traslada a las calles, a las familias, a los hospitales.

Pachuca no necesita más clausuras temporales, necesita transformaciones estructurales: transparencia en los permisos, regulación efectiva, programas reales contra el alcoholismo, y una política cultural viva, accesible y descentralizada. De lo contrario, seguirán sonando los golpes en la noche, mientras las autoridades simulan que todo está bajo control.