Cuando Coelho se atraviesa en el amor
J Franco
9/22/20252 min read


Conocí a una chica muy linda hace unos días. Esa clase de belleza que te hace repasar mentalmente tus mejores anécdotas para no quedarte en blanco. La plática fluía, había chispa, y yo pensaba: “esto promete”. Hasta que llegó la pregunta inevitable:
—¿Y qué te gusta leer?
Yo, entusiasmado, solté nombres de escritores que me han acompañado en noches largas y mañanas de insomnio. Ella sonrió y, con brillo en los ojos, me confesó:
—Mis favoritos son los libros de Paulo Coelho.
Sentí un golpe seco en el alma. No porque la literatura tenga que ser una carrera de eruditos —cada quien lee lo que quiere—, sino porque para mí, Coelho es a la literatura lo que el reguetón más básico es a la música: pegajoso, repetitivo, y con frases que parecen profundas hasta que las piensas dos segundos.
Ahí entendí que no podía. No es soberbia (o al menos me gusta pensar que no). Es que me cuesta imaginar una vida compartida con alguien cuyo libro de cabecera dice que “si deseas algo, el universo conspira para que lo logres”, como si la precariedad, la desigualdad o la violencia fueran un simple error de actitud.
Poco a poco dejamos de hablar. Y no, no fue un drama: ni corazones rotos ni noches de whisky. Fue más bien como cuando dejas de escuchar un grupo musical que al inicio te parecía inofensivo, pero luego te das cuenta de que en cada letra se repite la misma rima.
La trampa del falso positivismo
Coelho triunfa porque ofrece fórmulas fáciles. Sus frases caben en un post-it, en una taza o en un estado de WhatsApp. Pero detrás de esa supuesta sabiduría hay un problema: el falso positivismo. Ese que te hace creer que basta con “visualizar el éxito” para alcanzarlo, aunque el sistema esté diseñado para que millones nunca lleguen.
El riesgo de esa literatura no es solo su pobreza estética, sino su efecto político: desplaza la mirada de lo colectivo a lo individual. Te convence de que todo depende de ti, y que si no lo logras, es porque no deseaste lo suficiente.
Epílogo personal
¿Me arrepiento de haber dejado de salir con aquella chica? Tal vez no. Prefiero pensar que la vida me ahorró tardes enteras escuchando citas de El alquimista como si fueran revelaciones místicas.
Y si acaso estás leyendo esto, chica linda: me hubiera encantado conocerte más… pero ya sé a dónde nos habría llevado ese camino. A veces pienso es escribirle, pero quien soy yo para desafiar al destino, seguro, como diría tu autor favorito, “el universo conspiró” para que cada quien siguiera el suyo.